miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL INFORME HUMAN RIGHTS WATCH - VENEZUELA


Es muy curioso como los contrapuestos nos ayudan a reflexionar sobre nuestras posiciones políticas; en una especie de lección metafísica muchas de las veces podemos darnos cuenta como los contrapuestos se tocan en algún punto llegándose a confundir de tal manera que puede llegar a ser el primer acuerdo que tengamos al respecto de lo que antes considerábamos parte del argumento a rebatir.

No cabe duda de las diferencias entre los gobiernos Uribe y Chávez, como expresiones de la derecha y la izquierda, en el marco de la democracia. Sin embargo la reciente expulsión de tierra venezolana de José Miguel Vivanco, Director Regional para las Américas de Human Rights Watch, demuestra como cuando asumimos posturas políticas de manera radical perdemos la objetividad que se necesita para ser realmente agentes de cambio.

Recordemos cuantas veces HRW ha sido tachada como pro-comunista en Colombia, cuantas veces sus informes trataron de ser desacreditados bajo la fórmula de tacharlos como instrumentos de la oposición. Y no es que en Colombia HRW sea de izquierda y en Venezuela de derecha, sino que la pasión no permite revisar con cabeza fría y humildad sus informes, que dicho sea de paso son supremamente juiciosos, y acoger en lo que quepan sus recomendaciones. Revisemos, como ejercicio, el informe sobre Venezuela, y cada uno dele una mirada crítica, que incluya la coyuntura nacional.

Lo primero es que se limita a temas de derechos humanos, tema sin color político, desde la perspectiva de los tribunales, los medios de comunicación, los sindicatos y la sociedad civil; incluso hace una concesión al señalar que muchas de las urgencias en esta materia son heredadas de gobiernos anteriores a Chávez,

Anota el informe que si bien la Carta política de 1999 estableció con el fin refrendar su independencia, un nuevo Tribunal Supremo en el 2004, se expidió una ley que permitió que la Asamblea Nacional interfiriera tal independencia llenando las 12 nuevas vacantes (en un tribunal que antes tenía 20 miembros) con aliados políticos. Al respecto HRW “recomienda que se adopten medidas para revertir el daño causado por la ley de 2004 que permitió copar al máximo tribunal con aliados del gobierno”.

De otro lado informa que el gobierno Venezolano “ha logrado que la balanza de los medios de comunicación se incline, en forma significativa, a favor del gobierno”, estableciendo normas sobre regulación de los medios, con penas que limitan la libertad de expresión, y procuran la autocensura. HRW acepta que hay un punto positivo ya que Chávez “ha apoyado en forma activa la creación de estaciones de radio y TV comunitarias, cuya transmisión contribuye al pluralismo y a la diversidad de los medios en Venezuela”, y recomienda que se deroguen las leyes que infringen el derecho internacional sobre libertad de expresión.

En un capitulo realmente interesante, el informe señala respecto a la libertad de asociación, que en Venezuela se al ordenar la supervisión y el reconocimiento estatal de elecciones sindicales, al favorecer a los sindicatos alineados con el gobierno, y al prohibir huelgas legítimas y tomar represalias contra trabajadores del sector petrolero, se ha socavado el derecho sindical, bajo el pretexto de democratizar los sindicatos gracias al presencia de líderes sindicales corruptos y politizados.

En cuanto a la sociedad civil organizada WRH anota que a pesar que para el gobierno muchas son instrumentos partidistas y buscan derrocar al presidente, y en razón a ello “es razonable que el gobierno investigue y juzgue las denuncias creíbles de actividad delictiva y que legisle sobre el financiamiento del exterior de las organizaciones de la sociedad civil para promover mayor transparencia”, “el gobierno de Chávez debería abandonar su postura de confrontación agresiva frente a los defensores de derechos humanos y a las organizaciones de la sociedad civil”.

Es claro que, con todo y las diferencias de fondo entre ambos gobiernos, hay coincidencias entre los dos países; podemos desgastarnos tachando de allá que Human Rights Watch es pro yanqui y aquí que es comunista, o podemos sonrojarnos con los no muy gratos parecidos, y entender, como lo dijo el escritor español Fernando Sánchez Dragó, que “La mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio”. Y WRH ha demostrado que eso le sobra.

BORIS F. ZAPATA ROMERO
Abogado Socio

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